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Por economía circular se entiende aquella que es restaurativa y regenerativa, y trata de que los productos, componentes y materias primas mantengan su utilidad y valor máximo en todo momento, asimilando los ciclos técnicos a los biológicos. Se concibe como un ciclo de desarrollo positivo y continuo que preserva y mejora el capital natural, optimiza el rendimiento de los recursos, y minimiza los riesgos del sistema al gestionar con rigor las reservas finitas y los flujos renovables. Funciona de forma eficaz en todas las escalas, y, en definitiva, intenta desvincular el desarrollo económico global del consumo de recursos finitos.

Adoptar los principios y fundamentos de la economía circular supone dejar atrás de modo definitivo la cultura de la economía lineal que se instaló con la Revolución Industrial, y que generó y sigue generando una serie de impactos que en la actualidad son difíciles de asumir y de aceptar. La economía circular propone un modelo que compensa los límites biofísicos de la economía lineal y propone cambios de paradigmas en los ámbitos social, político y económico.

La economía circular es un concepto económico que se enmarca en el desarrollo sostenible, y cuyo objetivo es la producción de bienes y servicios reduciendo el consumo y el desperdicio de materias primas, agua y energía. Se trata de un modelo que considera tanto los aspectos económicos, como los ambientales y sociales, basado en el principio de “cerrar el ciclo de vida” de recursos, productos, servicios, residuos y materiales.

En las empresas adquiere un gran protagonismo en lo que se refiere a repensar sus ciclos productivos. Trabajar sobre la base de sus principios permite corregir deficiencias durante la fabricación de productos o la prestación de servicios, optimizando el consumo de recursos, reduciendo la generación de residuos y subproductos desechables, y aportando nuevas fuentes de producción y ahorro de energía. La economía circular facilita además aplicar el principio de la prevención y de la sostenibilidad en materia ambiental, ya que incluye la consideración de los aspectos fundamentales necesarios para garantizar el modelo de desempeño que requiere la era de la globalización.

Ecodiseño, ecoinnovación y fabricación de productos “circulares”

Una de las características más relevantes de la economía circular es que es regenerativa y restaurativa. La recuperación de materiales y productos no solo se lleva a cabo al final de su uso, sino que se posibilita también en el resto de las fases productivas, como, por ejemplo, en el momento de elegir las materias primas, o de implementar los procedimientos de fabricación.

Por este motivo, las empresas deben desarrollar competencias básicas en diseño circular para facilitar la reutilización, el reciclaje y el paso en cascada de los materiales a lo largo de las diferentes etapas del proceso productivo. Partiendo de la fase de concepción, hasta la de gestión al final del ciclo mediante procedimientos de valorización, reutilización o reciclaje, se han de diseñar e implementar de modo sucesivo la adecuada selección de materias primas, el uso de modelos de producción innovadores, la selección de canales racionales de distribución, y estimular el fomento de esquemas de uso apropiado por parte de los consumidores. Sin lugar a duda, para conducir a buen fin este tipo de estrategia es indispensable poner en marcha todo el conocimiento, el talento y la inteligencia disponibles, y trabajar sobre la base de procesos y protocolos previamente elaborados con el máximo rigor.

La ecoinnovación es un elemento importante para cerrar el bucle del ciclo de vida de los productos, y estimular nuevos modelos de negocio basados en el uso más eficiente de los recursos.

Con la ecoinnovación se introducen ciclos productivos, servicios, procedimientos, cambios organizativos o estrategias comerciales, que contribuyen a reducir el empleo de recursos naturales, incluidos materias primas, energía, agua y suelo, y a reducir la emisión de sustancias perjudiciales a lo largo de todo el ciclo de vida. De acuerdo con este planteamiento, el producto se diseña para permitir un reciclaje óptimo al final de su vida útil, de manera que los residuos de un proceso se convierten en recursos para otros, generando valor y empleo en el ámbito local. En su esencia, representa una estrategia de negocio que incorpora la sostenibilidad en todas las operaciones, con un enfoque de cooperación con toda la cadena de valor.

En la actualidad se observa el surgimiento de compromisos de recambio-sustitución, como es el caso, por ejemplo, de lo que ocurre en sectores como el de los electrodomésticos, o el de reacondicionamiento de equipos y maquinaria en el ámbito industrial. Estas iniciativas implican casi siempre la reconfiguración de los modelos de negocio, lo cual pasa necesariamente por la adopción de los principios de la ecoinnovación o del ecodiseño, otra de las bases fundamentales del desarrollo sostenible. El diseño y los procesos productivos deben ser ajustados a la producción de artículos de larga durabilidad, bien sea mediante el incremento de su vida útil, o permitiendo la sustitución de componentes a lo largo de su ciclo de vida mediante opciones de reparación, reacondicionamiento o nueva fabricación.

Más revolucionario es lo que ocurre cuando las industrias establecen con sus clientes un compromiso de implantación de modelos de negocio innovadores, mediante los cuales los procesos de reciclaje o reacondicionamiento se logran a través del retorno de los productos obsoletos a la cadena de producción. Sin embargo, este esquema es aplicable solo cuando se dispone de mecanismos, infraestructuras y vías de recolección y logística que faciliten a los usuarios devolver los artículos al productor o al distribuidor, lo cual implica la necesidad simultánea de cambiar los modelos y hábitos de consumo a nivel del propio ciudadano, el verdadero motor de la demanda de productos y servicios.

La sostenibilidad y la ecoinnovación han pasado a ser un imperativo que permite gestionar los riesgos y oportunidades económicas, ambientales y sociales. El hecho de no prestarles atención puede suponer una amenaza a largo plazo para el negocio. Ya no se trata sólo de reducir costes o de ganar eficiencia, estas opciones facilitan también ganar ventajas competitivas a través del posicionamiento más procedente de productos, servicios y marcas.

La colaboración entre los agentes implicados en esta estrategia, como son los diseñadores y profesionales especialistas en la materia, los centros tecnológicos y de investigación, las empresas, las administraciones, e incluso, los propios consumidores y demás responsables a la hora de opinar y tomar decisiones, es fundamental para el éxito del proceso. Las estrategias colaborativas permiten a las empresas que ejercen la ecoinnovación, y muy especialmente a las pequeñas y medianas empresas (PYMES), acceder con mayor facilidad a los mercados ya existentes, e incluso, desplegar nuevas iniciativas de negocio.

Las empresas innovadoras necesitan socios para llevar a la práctica sus ideas y para extrapolar las experiencias que contribuyan a una transición dinámica hacia la economía circular. Por lo tanto, es importante promover de forma organizada el intercambio de buenas prácticas de ecoinnovación y simbiosis entre empresas y otros actores, y crear lazos que generen sinergias que contribuyan al crecimiento sostenible.

El diseño de productos y procesos circulares requiere de competencias avanzadas, de información y de métodos de trabajo que hoy en día son cada vez más fáciles de obtener. La ciencia, la tecnología y la selección de materiales desempeñan un papel fundamental en el diseño de los bienes, pero los fabricantes deben especificar el propósito y el rendimiento de los productos finales antes de seleccionar las materias primas iniciales.

También es muy importante apostar por el empleo de materias puras en los procesos de producción, dado que son más fáciles de clasificar al final de la vida útil. Aparte de la selección de materias primas, otros aspectos importantes del diseño circular desde el punto de vista económico, son el empleo de componentes estandarizados y la fabricación de efectos pensados para durar, que además faciliten su clasificación al final de su vida útil, con el fin de ser separados y reutilizados como nuevos productos o materias primas. Los modelos empresariales basados en criterios de diseño y fabricación que tienen en cuenta las posibles aplicaciones útiles de los subproductos, derivados y residuos, favorecen el desarrollo de estrategias basadas en la circularidad. Por esta razón, siempre será interesante vincular el diseño con el uso, recurriendo a mecanismos de retroalimentación entre las diferentes fases que integran los esquemas de fabricación.

Resulta clave partir del principio de que, asumido el actual contexto social y económico, si se desea enfocar el futuro de acuerdo con  modelos de economía circular, la producción de bienes y servicios se ha de plantear de acuerdo con la demanda de los consumidores, usuarios y clientes, evitando entrar en el mercado aplicando las clásicas políticas centradas solamente en la oferta, que solo consiguen generar motivaciones que presionan hacia el consumo marginal, muchas veces desproporcionado en relación con las necesidades genuinas de las personas.

Mediante estrategias de ecoinnovación y ecodiseño, se puede orientar la fabricación a la optimización de los productos, tanto desde el punto de vista económico como social y ambiental, partiendo desde su diseño, y teniendo en cuenta:

  • La selección de materias primas de reducido o nulo impacto ambiental.
  • El empleo de las mejores tecnologías en los procesos productivos.
  • La reducción del consumo de recursos en la fabricación y en el uso.
  • La disminución del impacto ambiental en el uso.
  • La minimización del impacto ambiental en la etapa final del ciclo de vida de los productos.
  • La satisfacción de las motivaciones de los consumidores.

Autor del artículo: Andrés Fernández Pallone

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