Max Vila (en este enlace podéis ver su página web) es licenciado en Bellas Artes por la UPV y además ha realizado un master en Producción de Animación Infográfica en la UJI. Ha sido el “artista invitado” en el encuentro de Octubre del Club de Desarrollo Personal y Liderazgo en el que Juan Pastor nos habló de creatividad.
¿Cuál era tu vocación cuando eras niño?
De pequeño me gustaba mucho dibujar y jugar con plastilina. Con la plastilina podía tener todos los juguetes que quería. Podía hacerme vaqueros, futbolistas… Luego, en el colegio, descubrí que comparativamente con otros niños dibujar y moldear se me daba bien. Y además tuve la suerte de encontrarme con profesores que valoraban mi creatividad, aunque también me llevé algún capón por dibujar mientras estaba en clase. Por las tardes solía ir a la Escuela de Cerámica de Manises, puesto que soy de allí. Organizaban muchas actividades extraescolares para niños: pintábamos azulejos, hacíamos dibujos…
¿Cómo decidiste dedicarte profesionalmente al arte y por qué te decidiste a cursar Bellas Artes en la UPV?
En casa no veían las Bellas Artes como unos estudios “serios” y “de futuro” y me recomendaban que estudiase otra cosa. En la época del instituto estaba muy desmotivado respecto a los estudios porque ninguna otra carrera llamaba mi atención y mi rendimiento académico no era muy bueno. Fue un profesor de Quart de Poblet, llamado José Vento, quien me convenció de que tenía facultades para dedicarme profesionalmente a esto y me animó a que estudiase y fuese a la universidad a hacer Bellas Artes. Desde ese momento me puse las pilas y dejé de tener asignaturas colgando. Tenía un objetivo. Finalmente mi familia comprendió que no era sensato recomendarme estudiar otra cosa, porque probablemente, lo acabaría dejando.
¿Qué recuerdas de tu época en la universidad y tus primeros pasos como profesional?
Mientras estudiaba en la UPV trabajaba como escultor aprendiz en un taller de moldes en Manises. Y tuve la suerte de que mis primeros trabajos se vendieron bien, cosa que anima mucho. Pero lamentablemente acabé la carrera a la vez que se producía la primera Guerra del Golfo y en España había una gran crisis económica. Además en aquella época fue cuando se produjo la entrada de los chinos en la industria de la cerámica y eso, por ejemplo, en mi zona se notó muchísimo. Ahí fue cuando me di cuenta de que vender y vivir de lo que me gustaba no iba a ser tarea fácil.
¿A qué te has dedicado desde entonces?
Tengo mi propio taller de escultura y pintura, aunque también he colaborado con otros colegas. He hecho tematización en parques de atracciones, decoración para locales, algún mural, he trabajado como escultor-diseñador en una fábrica de lámparas o en una fábrica de muebles creando en 3D los muebles que los clientes encargaban para que viesen el resultado final. También doy clases. Y me van entrando encargos de cosas pequeñas como hacer unos santos o alguna restauración. Voy teniendo un goteo de trabajos de lo más variado. Y en ciertos momentos también he tenido que trabajar de camarero o de albañil para ir tirando.
¿Qué trabajo de los que has hecho te resulta más gratificante?
A mí realmente lo que más me gusta es hacer mi propia obra, tanto en pintura como en escultura. Siempre que trabajas por encargo, aunque tienes margen para desarrollar tu creatividad, el cliente tiene la última palabra. Ahora por ejemplo estoy dándole vueltas a un proyecto expositivo que me haría mucha ilusión que viese la luz algún día. Uno de mis sueños sería exponer en un gran museo, como el Tate Modern de Londres.
¿Qué uso haces de las nuevas tecnologías en tu trabajo diario?
Ahora, por ejemplo, puede que empiece una colaboración para la elaboración de unos vídeos artísticos. Creo que los softwares de diseño y toda la tecnología que va surgiendo así como los nuevos soportes son muy útiles. Yo las veo como una herramienta. Para mí el ordenador es como el lápiz, lo realmente importante es la creatividad y la destreza de quien lo utiliza. Aunque pueden ayudarte a hacer cosas más vistosas o te facilitan la labor. Últimamente parece que en Bellas Artes todo vale. Una de las obras que se expuso en la Bienal de Venecia era una habitación llena de gravilla. Para eso no hace falta saber moldear ni dibujar ni nada.
¿Utilizas activamente las redes sociales para promocionar tu obra?
Lo intento. Aunque todavía no he conseguido sacarles un producto económico aunque sí anímico. Es muy gratificante, por ejemplo, que un artista japonés vea lo que haces en Internet y que te comente diciendo que le gusta tu trabajo.
¿Qué mensaje te gustaría trasladar a los jóvenes que dudan de si dedicarse o no profesionalmente a las Bellas Artes?
Les aconsejaría que estudien aquello que les gusta porque es muy difícil predecir cómo va a estar el mercado dentro de 5 o 10 años. En Manises, por ejemplo, cuando yo estudiaba había mucha más salida profesional para alguien de Bellas Artes que para muchas otras profesiones. Además luego siempre puedes ir adaptándote, dentro de lo que te gusta y sabes hacer bien, a las circunstancias, como he ido haciendo yo. Si estudias algo que no te gusta, te tocará hacer lo mismo, ir adaptándote y reinventándote pero en temas que realmente no te motivan.
¿Qué te ha aportado participar como retratista en el Club de Desarrollo Personal y Liderazgo?
Cuando me lo propusisteis me gustó la idea porque hacía tiempo que no hacía un retrato y ha sido para mí un reto el retomarlo. Además, cosas como esta, te hacen salir un poco de tu círculo y todo lo que sea darse a conocer es bueno.
A continuación puedes ver algunas muestras más de la obra de Max Vila.