Las personas tendemos a generar automatismos en nuestra conducta para adaptarnos y relacionarnos mejor con nuestro entorno. Algunos son realmente adaptativos y de gran ayuda. Por ejemplo, conducir un coche es un comportamiento altamente automatizado, más todavía cuando seguimos la misma ruta hacia el trabajo cada mañana o por la tarde de regreso. Quién no se ha encontrado en la situación de llegar a su destino con la sensación de despertar de nuestros pensamientos y casi preguntándonos cómo hemos llegado, pues andábamos en nuestro mundo y, pese a ello, hemos hecho las maniobras oportunas, tomado las direcciones correctas, parado en los semáforos…
Pero esta forma de funcionar con el “piloto automático”, aunque nos simplifica la vida en algunos aspectos, también nos limita y nos conduce a seguir el camino habitual, a hacer las cosas de la misma manera y, por lo tanto, a obtener los mismos resultados. Lo hacemos así, porque es cómodo, nos ahorra energía y nos “funciona” relativamente. Pero esta manera de relacionarnos con el mundo, basada básicamente en la inercia, supone desperdiciar un sinfín de oportunidades de aprendizaje y crecimiento que encontramos al salir de nuestras zonas de confort.
Pero ¿cómo abandonar tan cómoda y segura rutina?
1. Supera el miedo al ridículo y al fracaso. El humor más sano es aquel en el que el protagonista de la gracia somos nosotros mismos. Cuando alguien nos plantea hacer algo nuevo, distinto a lo que hacemos habitualmente y nuestro impulso inicial es rechazarlo, puede que este rechazo se deba a que realmente no nos gusta nada lo que se nos ha propuesto. Pero puede ocurrir que eso nuevo que se nos plantea nos parezca divertido o interesante, solo que nos genera temor fracasar o caer en el ridículo y por eso lo rechazamos. Ese miedo es, en la mayoría de las ocasiones, irracional. Este temor desaparece conforme nuestro sentido del ridículo tiende a cero.
2. Intenta hacer algo nuevo cada día. Coge un camino distinto para ir a trabajar, lo mismo hasta llegas antes, cambia tu hora del almuerzo, o del café o de la pausa que hagas en el trabajo, te cruzarás con otras personas, nuevas conversaciones… Si no solemos salir para nada de nuestra rutina, es bueno empezar con cambios pequeños, son fáciles y nos garantizan experiencias de éxito que nos motiven a seguir realizando cambios más importantes. No es necesario que un gurú nos hipnotice como al protagonista de la película “Di que Sí” (Yes Man). Otro de esos pequeños cambios que es imprescindible, si es que no lo estás haciendo ya, es el “realizar un ejercicio físico natural (no de desgaste) y amable (potenciar flexibilidad y elasticidad)”, pues nos ayudará a estar preparados para la acción, además de contribuir a nuestra salud.
3. No lo llames crisis, llámalo oportunidad. Cambiar este enfoque negativo y tan occidental de los sucesos inesperados por uno más oriental y de oportunidad para el cambio, la mejora… nos ayudará enormemente a aprovechar lo que llamamos crisis rompiendo con nuestros patrones habituales. Nada hace crecer más nuestra autoestima que ser capaces de superar problemas con éxito y, al mismo tiempo, necesitamos confiar en nosotros mismos y sentir que somos capaces de lograrlo para que nuestra mente nos lleve a la acción.
4. Mejor acompañado. Hacer equipo es una gran ayuda para salir de la zona de confort y una buena forma de aumentar oportunidades. En función de los cambios que te plantees puedes echar mano de tus amistades, tu pareja o incluso buscar un coach. También es muy interesante salir de las relaciones confortables, es decir, de nuestro círculo habitual de relaciones y conocer gente nueva. Aunque conocer gente y hacer nuevos contactos es una consecuencia inevitable de hacer cosas nuevas, podemos planteárnoslo como un objetivo en sí. Si este es el caso, podemos, por ejemplo, acudir a foros, encuentros, actividades… que tengan que ver con nuestros intereses personales o profesionales y que den pie a la participación, para no ser corporativos proponemos algunas.
Puede que sientas que vives una y otra vez en el Día de la Marmota, como el protagonista de Atrapado en el Tiempo, y pienses que no te queda tiempo para nada nuevo o diferente a lo que haces. En ese caso, plantéate qué haces cada día, anótalo. Luego piensa qué te aporta cada una de esas actividades que consumen tu tiempo actualmente y si te ayudan a ser feliz, hasta puedes puntuarlas. A partir de ahí ya solo depende de ti eliminar aquello que parecía tan importante y que es, en realidad, superfluo por cosas que realmente te merezcan la pena.