Seguro que en alguna ocasión has oído la frase “lo más valioso que puede darte alguien es su tiempo”. Sin embargo, esta afirmación no es del todo cierta, realmente hay una cosa que vale aún más que el tiempo de una persona y es su atención.
En el mundo en el que vivimos, sobrecargado de estímulos, y con nuestro estilo de vida en el que lo que predomina es la inmediatez, que algo capte (y mantenga) nuestra atención es cuanto menos complicado.
Si pensamos por un momento en qué capta, hoy en día, buena parte de nuestra atención y nuestro tiempo, seguro que muchos de nosotros pensaremos en nuestros teléfonos inteligentes.
Se dice que consultamos la pantalla de nuestros teléfonos móviles unas 150 veces al día. Es decir, una vez cada 5 minutos. Una auténtica barbaridad. Pero es que, si estimamos que, de media, cada vez que consultamos nuestro teléfono le dedicamos unos dos minutos, estaremos enganchados a este dispositivo alrededor de 5 horas al día. O lo que es lo mismo, a lo largo de 60 años, habremos dedicado unos 12 a nuestros teléfonos.
Otro dato sorprendente a este respecto es la cantidad de líneas móviles que hay en España: un total de 54 millones. Es decir varios millones más que personas, incluyendo a niños pequeños y ancianos.
¿Por qué estamos tan enganchados al móvil?
Esta pregunta tiene dos respuestas claras: por un lado, la llamada economía de la atención y, por otro, el transtorno de moda, el FOMO (Fear Of Missing Out) o miedo a perderse algo.
¿Qué es la economía de la atención?
La economía de la atención podríamos decir que es el modelo económico propio de la 4ª revolución industrial. En ella, las empresas compiten por capturar la atención de sus potenciales clientes en un contexto cada vez más saturado. El concepto surge ante la creciente abundancia y accesibilidad de la información (y, por supuesto, también de los productos/servicios) al albor de las nuevas tecnologías y dando como resultado que la atención humana sea cada vez un bien cada vez más escaso. También se la conoce como el capitalismo de vigilancia.
¿Y cómo afecta esto a las empresas? Como norma general, para lograr capturar la atención de las personas se debe tener en cuenta dos factores, el primero es el interés que depende del contenido que envía la empresa y el segundo es el contexto que corresponde al momento o lugar en el que se recibe la información.
Por tanto en la economía de la atención, las empresas deben focalizar sus esfuerzos en hacer que la información que envían a sus potenciales clientes sea recibida en el momento y contexto adecuado y además sea atractiva y se adecue a sus intereses y necesidades. Para ello, tecnologías basadas en el big data, la inteligencia artificial o el marketing personalizado, serán de gran ayuda.
Sin embargo, la economía de la atención ha traído consigo también nuevos modelos de negocio.
Si nos fijamos, las empresas que mejor han sabido capitalizar la atención de los usuarios, aquellas que tienen una presencia mayoritaria en forma de app en nuestros teléfonos móviles, tienen una cosa en común, ofrecen cosas gratis (Facebook, Google, Instagram, Apple…) o a pequeños precios vía suscripción (Amazon, Netflix, Spotify…). Su objetivo es el de “enganchar” a los consumidores y, para ello, no dudan en servirse de estrategias neuropsicológicas avanzadas.
Todas las apps de estas grandes empresas se basan en el sistema de las máquinas tragaperras, uno de los sistemas más adictivos que se ha creado nunca. El éxito de las máquinas tragaperras viene porque se trata de un sistema en el que se producen la mayor cantidad posible de pequeños acontecimientos inesperados en el menor tiempo posible. Es lo que se llama evento frequency. Cada vez que uno de estos acontecimientos sucede, se genera en el cerebro del consumidor un chute de dopamina. Y cuanto más alta sea la frecuencia, más rápido te enganchas. Cada retuit, like, recomendación, comentario… es un evento. Además se trata de eventos muy difíciles de predecir. Uno cuando entra en Facebook no sabe lo que se va a encontrar. Lo que lo hace aún más adictivo.
No hace falta decir, que su negocio está en nuestros datos y en su venta para facilitar al resto de empresas una publicidad y un marketing hipersegmentado a cualquier hora del día 365 días al año.
Y, estos mecanismos y estrategias psicológicas son precisamente las que hacen que estemos enganchados y padezcamos el temido FOMO. La culpa es de la dopamina. Somos adictos. Solo que la adicción que genera esta bien vista socialmente y, además, puede disfrazarse fácilmente. Yo, como periodista, puedo autoengañarme a mí misma diciéndome que por mi profesión debo estar al día y, por eso, estar continuamente chequeando Facebook o Twitter.