En el siglo XXI, nadie duda de que todas las empresas dirigidas al consumidor final, deben trabajar para conseguir un objetivo: crear experiencias de compra muy personalizadas, consistentes e integradas a lo largo de todos los puntos de contacto entre los minoristas y los clientes.
Para lograrlo, una de las claves del éxito es la introducción de tecnologías y estrategias de digitalización en los negocios. De hecho, así lo demuestran las cifras elaboradas por algunos expertos.
Las empresas del entorno B2B han aprendido del B2C y han comenzado ha desarrollar algunas estrategias, aunque para explotar todas las posibilidades que el mercado digital les ofrece, mayoristas y fabricantes deben trabajar aún mucho para transformarse en distribuidores omnicanal, compitiendo con nuevos entrantes que proponen nuevas reglas de juego.
Sin embargo, aunque parece que el comercio electrónico está haciendo el mundo más global, son muchas las barreras que todavía existen para que las posibilidades que teóricamente existen sean reales. Algunos aluden a cuestiones como los tiempos de entrega poco fiables y en ocasiones muy largos, procesos de devolución complejos y ambiguos, opacidad en los precios, … Sin embargo en el caso del mercado único digital europeo hay un aspecto que cobra especial relevancia y que no siempre se refleja adecuadamente: la diversidad de idiomas.
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