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Gerardo-Ibañez-ingeniero-industrial-UPVEsta es la premisa con la que Gerardo Ibañez, Ingeniero Industrial por la UPV,  nos sorprende en su obra “La Revolución Industrial Oculta”. En la entrevista que sigue desgranamos los hitos que nos han llevado a la compleja situación económica actual. 

Acaba de publicar la obra “La Revolución Industrial Oculta”, cuéntenos su trayectoria hasta este momento…

Estudié Ingeniería Industrial en la UPV y me especialicé en Organización y Gestión Industrial. Tuve la suerte de, nada más acabar la carrera, trabajar para Ford Motor Company, donde participé en el proyecto de implantación del sistema de producción japonés en la planta de Almussafes: Lean Manufacturing. Después trabajé para DHL dentro de Ford implantando sistemas logísticos Lean. DHL es la empresa líder en el mundo en este tipo de sistemas.  Posteriormente estuve en Alemania también con DHL desarrollando los procesos Lean Logistics de Ford en las cinco plantas que Ford tiene en centro de Europa. En ese momento, surgió un proyecto de consultoría en EE.UU., en las oficinas centrales de Ford en Detroit: querían trasladar a la planta de Chicago el nuevo sistema de producción de Ford Valencia; me dieron la oportunidad de trabajar en él y allí estuve un año diseñando todos los procesos y ajustándolos a la nueva forma de trabajar. Al acabar mi participación en el proyecto, trabajé en la oficina corporativa de DHL en EE.UU. para múltiples clientes del sector automóvil, aplicando la filosofía de trabajo aprendida a la logística de aprovisionamiento, distribución, repuestos, etc.

Durante todo este periplo aprendí muchísimo, desde cero: tuve la suerte de trabajar para Ford y DHL, dos empresas punteras y en los países más desarrollados como Alemania y EE.UU. 

¿Es transmitir esta experiencia lo que le ha llevado a publicar su libro?

Cuando volví a España empecé a trabajar como directivo en una multinacional, y a continuación en un puesto más elevado en una pyme, y me di cuenta de que había una diferencia abismal entre la forma de trabajar de los americanos y de los españoles. Yo nunca había trabajado “al modo español” y no entendía por qué se trabajaba así. Mis compañeros me decían que era lo normal, que siempre se había hecho así y se sorprendían de los métodos de trabajo que yo había experimentado en Ford y DHL.

Paralelamente empecé a dar clases como profesor asociado en la UPV y me di cuenta  de que cuando explicaba la forma de trabajar del sistema de producción japonés a alumnos y colegas, la mayor parte se extrañaba muchísimo y me decían que eso en España no se hacía, que no era válido.

Esto me llevó a descubrir que ni en las empresas ni en las universidades españolas se valora ni se potencia lo que yo había experimentado. Aquí se valora y se apuesta por otro tipo de conocimiento. En España, los directivos tienen normalmente licenciaturas y en muchos casos MBAs, pero sin embargo en las Escuelas de Negocio o en las Universidades no se potencia el desarrollo del conocimiento que tuve la suerte de adquirir.

En los últimos años, como consultor, he visitado más de 300 empresas industriales españolas y en muy pocas, generalmente restringidas al sector automóvil, aplican la metodología Lean. Debemos darnos cuenta de que hoy en día, en el mercado globalizado en el que vivimos y en el que competimos con empresas que sí emplean esta forma de trabajo, tenemos todas las de perder. No podemos ser competitivos.

Sí, considero que tengo la obligación de contar y transmitir todo lo que he aprendido por haber tenido la suerte de trabajar para Ford y DHL en España, Alemania y en EE.UU: por eso me decidí a escribir este libro. 

Comenta que la actual crisis es una crisis industrial y no financiera…

Empecé a analizar cómo se había llegado a la situación actual. Me di cuenta de que los países que aplican o están en proceso de aplicar el sistema de producción japonés son precisamente los países del G7, los más ricos del mundo (EE.UU., Canadá, Alemania, Inglaterra, Francia, Italia –el norte– y Japón); el resto competimos con ellos en un mercado cada vez más globalizado. En estos países además tienen salarios bastante más altos que en el resto, más calidad en sus productos y costes de producción más bajos. Evidentemente si su relación calidad-precio es mejor que la nuestra,  van a vendernos sus productos a los demás, pero además son precisamente los salarios más altos los que provocan en sus países mucho mayor consumo interno, y por tanto su economía funciona mejor.

Por supuesto, las empresas que desarrollan este conocimiento, las metodologías de trabajo que les hacen competitivos no nos las van a contar a los demás, pues su supervivencia a costa de la nuestra depende de ello. Además es un conocimiento que sus políticos ni siquiera conocen; es un conocimiento que sólo existe en las empresas y que se transmite en las mejores universidades.

En España nunca hemos tenido industria porque no disponemos de ese conocimiento. Y en su lugar lo que hicimos fue potenciar la construcción. Esto, como todos intuimos, fue un grave error porque se creó demanda ficticia. Los pisos no se rompen, son para toda la vida, y como nos dedicamos a la especulación, la burbuja nos explotó en la cara y nos quedamos con todo el stock de viviendas vacías. La economía es cíclica y en una época de bonanza la burbuja se mantiene pero, cuando la economía cambia su tendencia hacia la parte decreciente del ciclo económico, el sistema se hace insostenible: se paró la construcción y nuestra economía como consecuencia.

La construcción nunca puede ser el motor de un país, debe serlo la industria. En España siempre hemos sido pobres, siempre hemos vivido de prestado porque nos ha dejado el dinero la Unión Europea. Y ahora tenemos una deuda enorme. Y volveremos a ser pobres a no ser que seamos capaces de adquirir ese conocimiento que nos haga competitivos y nos permita crear una economía basada en la industria.

Por todo ello, efectivamente considero que la crisis no es financiera, sino que es industrial. Los bancos por sí mismos no generan dinero. Le prestan dinero a terceros (empresas competitivas y trabajadores) y a través de los intereses generan sus ingresos y sus beneficios. Pero si un banco presta dinero a una empresa que no competitiva o a un trabajador que se queda en paro, el dinero no vuelve y el banco entra en crisis. La crisis financiera es secundaria, es una consecuencia de la crisis industrial. Ahora los bancos no pueden reaccionar porque se están teniendo que quedar con todos los pisos que los ciudadanos no pueden pagar, la explosión de la burbuja inmobiliaria hace unos años se ha convertido en el tsunami bancario actual.

 la-revolución-industrial-oculta-por-Gerardo-Ibañez¿Cuál sería su receta para salir de esta crisis?

Para que un país salga de la crisis la clave está en el empleo. Si en un país hay empleo es porque tiene empresas competitivas y, al trabajar, sus ciudadanos tienen dinero para consumir, la economía se mueve y el Estado puede recaudar dinero vía impuestos, y por tanto generar ingresos.

Para eliminar el déficit no hay que reducir el gasto público sino que hay que tratar que aumenten los ingresos del estado, y para ello se necesitan empresas competitivas y salarios altos.

Los países del G7 están en proceso de desarrollo de este sistema porque disponen del conocimiento necesario para que sus industrias sean competitivas. El sistema de producción actual tiene su origen en la industria militar norteamericana y en su desarrollo se han invertido muchos millones. Este conocimiento pasó a centro-europa gracias al Plan Marshall tras la II Guerra Mundial y a Japón porque desde siempre las industrias automovilísticas del país nipón y de EE.UU. siempre han tenido una competencia directa muy dura y se han observado muy de cerca.

La crisis que vive España y el resto de los P.I.G.S. (Portugal, Irlanda, Grecia) es la misma y su origen está en la carencia de ese conocimiento. Antes los países ricos instalaban las fábricas en los P.I.G.S. porque su mano de obra era barata, pero ahora con la globalización y el desarrollo de la logística se están llevando las fábricas a países que aún son más baratos que nosotros.

¿Es sostenible para la economía de los países ricos  desmantelar su industria y llevarla a otros países menos desarrollados?

No, se trata de un grave error. Desde hace más de 20 años, los países ricos están instalando masivamente sus fábricas en países como China, Brasil, India o Rusia. Los trabajadores de estos países, con salarios miserables, no pueden comprar los productos que fabrican, que regresan a los países ricos para ser consumidos allí. Pero en los países ricos, debido a la ausencia de fábricas, cada vez hay más paro y, por tanto, menos capacidad de consumo, lo cual paraliza el sistema capitalista del que vivimos.

Por ello, los estados ricos se están viendo obligados a compensar con gasto público la destrucción de las fábricas.  Los estados ricos no están sostenidos actualmente por la industria, que es riqueza real, sino por endeudamiento, que es riqueza ficticia. EE.UU. tiene el déficit más elevado del mundo, el equivalente a un 10% de su PIB. Lo que quiero decir es que EE.UU. está generando consumo en su economía a través de préstamos.  El día en el que EE.UU. no pueda pedir más prestamos porque ya no pueda devolverle los intereses a sus bancos, se parará repentinamente el sistema capitalista y se parará de golpe la economía mundial. Esto lo explico en el sexto capítulo del libro. En septiembre/octubre me voy a EE.UU. con el libro traducido al inglés para impartir charlas y alertar de este peligro.

 ¿Ve factible que en España se suban los salarios de los trabajadores?

En 1914 Henry Ford duplicó los salarios de sus trabajadores y esto, al cabo de unos años y a través del apoyo del presidente Roosevelt a las teorías de Ford tras la crisis de 1929, llevó a Estados Unidos a convertirse en el país más rico del mundo. Imaginemos que hoy en España se duplicara el salario a todo el mundo. ¿Qué pasaría? Que todos tendríamos mucho más dinero para gastar, y por tanto se produciría un efecto multiplicador de crecimiento radical del empleo. El problema es que como en España no producimos prácticamente nada, todo lo que compraríamos estaría fabricado fuera de nuestro país y se generaría este efecto del empleo sobre otros países, que se enriquecerían a nuestra costa.

Para que un país genere riqueza debe tener fábricas produciendo dentro de las fronteras del país y ciudadanos con poder adquisitivo que compren productos nacionales y den beneficios a las empresas nacionales para que éstas puedan crecer, generar empleo y mantener los salarios altos a sus trabajadores.

Este cambio requiere de una voluntad política importante. Para poder mantener las empresas en el país debes ser capaz de bloquear la entrada de productos fabricados en países del Tercer Mundo, que son más económicos, y potenciar el consumo nacional.

En 1929, tras la crisis bancaria, Roosevelt siguió la receta de Henry Ford para reflotar el país. En aquel entonces, no existía la globalización, y los americanos consumían productos fabricados en EE.UU. Roosevelt incrementó el gasto público y aumentó los salarios de los trabajadores, y el resto de países del G7 tomó medidas similares, sacando al planeta de la crisis. Es decir, que un país no sube los salarios porque es rico, sino que si sube los salarios se hace rico. Ni más ni menos. Y tenemos ejemplos claros en la historia que así lo demuestran.

No debemos perder la memoria histórica. Nos hemos olvidado totalmente de cómo funciona el sistema capitalista. En el libro lo que realmente cuento es qué hizo EE.UU. para convertirse en el país más rico del mundo. Y lo que debemos hacer aprender de la historia y repetir el procedimiento.

Desde la crisis del petróleo del año 73 las riendas de las empresas las tomaron sobre todo los financieros más puros; sin embargo, lo que debemos hacer en la actualidad es centrar nuestros esfuerzos en la producción y subir los salarios. Debería hacerse una política global en este sentido. Si bajamos los salarios y reducimos el gasto público nos estamos haciendo un haraquiri económico. Los empresarios deben darse cuenta de que sus trabajadores son también sus clientes. No podemos esperar tener pedidos si bajamos los salarios de los trabajadores o buscamos reducir el gasto público.

¿Cómo se pone en marcha un cambio tan profundo?

Debemos aprender este conocimiento, que nuestros asesores, economistas, directivos e ingenieros conozcan el sistema de producción japonés para poder aplicarlo en nuestras empresas y que podamos producir con más calidad a costes más bajos y así ser competitivos, poder subir los salarios de los empleados, reactivar la economía y aumentar los ingresos del Estado vía la recaudación de impuestos.

Yo hace dos años diseñé y puse en marcha un MBA Industrial, que se imparte en la Universidad Católica de Valencia, y en el que he tratado de depositar este conocimiento. Traigo a Valencia a profesionales que trabajan en Toyota, Accenture, Ford, DHL, etc… es decir, en las mejores empresas del mundo, y muchos de ellos vienen de fuera de Valencia e incluso de fuera de España a impartir clase. Se trata simplemente de hacer benchmarking, de aprender de los que lo están haciendo bien.

El problema que tenemos en España es que creemos que disponemos de todo el conocimiento, que nadie de fuera nos puede enseñar nada, que no existen otras formas de hacer. Con esta actitud es muy difícil que podamos adquirir el conocimiento que nos falta porque ni siquiera sabemos que existe, y en muchos casos tampoco nos digamos a escuchar.

Además este conocimiento es un intangible. En una empresa es fácil entender las finanzas o el marketing, observar a los clientes y la tecnología, etc. Sin embargo, el conocimiento del que hablo no se ve, y por tanto es más difícil de explicar y comprender.  Es un cambio profundo que afecta a la planificación, la logística, las previsiones, el transporte, los sistemas de información, la calidad de la producción… Se trata de una forma distinta de trabajar, coordinación en estado puro.

Algo que me sorprende mucho es que en nuestras empresas parece que los costes no importan, cuando en realidad son el punto de focalización de prioridad máxima para las empresas de los países ricos. Si dos empresas fabrican un producto muy similar (mismas características de calidad, variedad, precio y plazo de entrega) conseguirá llevarse a los clientes la que tiene unos costes de producción más bajos, puesto que podrá invertir más en marketing y publicidad, en tecnología, en investigación y desarrollo, en innovación… y si lo cree conveniente podrá bajar el precio de su producto dejando en jaque a la competencia.  Tenemos que aprender de los países del G7 como reducir radicalmente los costes de producción, mejorando al mismo tiempo la calidad del producto y manteniendo los salarios altos.

Debemos abrir los ojos y darnos cuenta de que la crisis que vivimos no es financiera, sino industrial. Es un problema de enfoque. No estamos atacando a la causa del problema, sino a su consecuencia.

Por otro lado, creo que va a haber mucha resistencia a que el mensaje de este libro cale puesto que puede conllevar cambios de poder y económicos importantes.

¿Y qué papel deben jugar las universidades en este cambio?

Este conocimiento tiene que llegar a las empresas y a las personas, y tiene que hacerlo a través de las Universidades que son las que deben difundirlo y desarrollarlo. Sin embargo, va a ser difícil que éstas acepten que existe otra forma de hacer, que el conocimiento que estaban difundiendo hasta ahora quizá no era el correcto. Mi objetivo es que “La Revolución Industrial Oculta” esté en las librerías de todas las Universidades y que llegue a las nuevas generaciones de universitarios, a través de las delegaciones de alumnos o de los antiguos alumnos, que son los únicos que pueden cambiar el futuro…