Definiciones de felicidad hay tantas como seres humanos. Si nos refugiamos en la ciencia, concretamente en el ámbito de la psicología, podemos afirmar que la felicidad depende de la proporción entre emociones positivas y negativas que experimenta un ser humano.
La psicóloga e investigadora Barbara Fredrickson ha establecido la “ratio” para ser felices en 3 a 1. Es decir, si por cada emoción negativa que sentimos, vivimos tres positivas, sentiremos que somos felices. Esto es así por la asimetría con la que solemos vivir las emociones positivas y negativas. Generalmente las emociones negativas las sentimos de forma más intensa por lo que muchas veces valoramos como neutras muchas emociones que en realidad son positivas. Un ejemplo: un encuentro cordial con un vecino en el ascensor no lo consideramos como una emoción positiva pero sin embargo si no nos saluda o no sabemos muy bien sobre qué hablar con él y nos sentimos incómodos, lo consideraremos como algo negativo. Si quieres saber cuál es la proporción de emociones positivas y negativas en tu día a día te invitamos a que realices este test.
La ciencia también nos dice que cada uno de nosotros tenemos una determinada predisposición genética hacia la felicidad, es decir, un nivel de felicidad basal que nos es innato y que viene determinado por nuestros genes.
Además, existe una característica humana, llamada adaptación hedonista que viene a decir que los cambios circunstanciales en la vida de una persona (encontrar un trabajo, enamorarse, tener un problema de salud, perder a un ser querido, etc.) y sus efectos sobre su felicidad son efímeros. Nuestra tendencia natural es a volver al nivel de felicidad que genéticamente tenemos marcado. Esto sucede por la capacidad humana de adaptarse y acostumbrarse a los cambios. De hecho, todos sufrimos subidones y bajones de felicidad, si nos enamoramos o nos despiden, por ejemplo, pero luego nos adaptamos a esta nueva situación y la euforia o la tristeza que sentimos van diluyéndose. Esto nos ayuda a superar la pérdida de un ser querido o una ruptura sentimental pero también explica el por qué ganar la lotería o tener un buen trabajo no nos garantiza ser felices a largo plazo.
Para corroborar este complejo comportamiento del ser humano se han hecho distintos estudios, por ejemplo, a personas que habían ganado la lotería. Los resultados concluyen que tras un ascenso inicial del estado de ánimo, los ganadores regresaron a sus niveles de referencia en cuanto a felicidad, bien creando necesidades cada vez mayores (ahora que tengo una buena casa, me gustaría que está tuviese vistas al mar) o bien perdiendo cada vez más el hecho que había causado el subidón de felicidad valor para uno mismo (lo que de verdad importa no es lo material: mi padre sigue enfermo y mi trabajo no me gusta).
La ecuación de la felicidad
Como hemos visto en nuestra felicidad influyen factores genéticos y circunstanciales pero, ¿en qué proporción? ¿Hay algún elemento más que entre en juego en la ecuación de la felicidad?
Sonja Lyubomirsky, doctora en psicología e investigadora en el campo de la felicidad, establece en su libro La ciencia de la felicidad, (creado tras más de 20 años de experimentos y pruebas) en un 50% la influencia genética en nuestra capacidad para ser felices. Asimismo establece en un 10% la influencia de los factores externos, lo que viene a apoyar la teoría de la adaptación hedonista, que ya anticipaba la escasa influencia del entorno en nuestra capacidad para ser felices.
¿Y el 40% restante? ¿Podemos hacer algo para ser más felices?
Pues, para Lyubomirsky el 40% que resta para completar la ecuación se corresponde a aquello que hacemos y que pensamos, es decir, a nuestras actividades intencionadas y a nuestras estrategias mentales para ser felices.
Es reconfortante pensar que en un porcentaje tan elevado nuestra felicidad depende de nosotros mismos, de nuestra actitud, de nuestros pensamientos y de nuestras acciones. Si la ecuación de Lyubomirsky es cierta implica que aquello que nosotros hagamos de forma consciente y voluntaria para ser felices es 4 veces más importante que aquello que no podemos controlar. Por tanto, ya no tenemos excusas para delegar algo tan importante como nuestra felicidad al destino.
En busca de la felicidad
Como hemos visto podemos hacer mucho por nuestra felicidad, pero ¿qué? Lo primero es conocer las emociones positivas descritas por Barbara Fredickson y su funcionamiento: esperanza, alegría, gratitud, serenidad, interés, diversión, inspiración, asombro y amor.
En este vídeo de Jesús Alcoba sobre ciencia y felicidad también puedes encontrar algunas ideas para comprender los entresijos de la felicidad y ser más feliz.
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