No hace falta hacer un profuso estudio entre las empresas para identificar el “GAP” entre lo que necesitan y esperan de los profesionales jóvenes y lo que realmente estos ofrecen cuando finalizan sus estudios y se incorporan al mercado laboral. Basta con escuchar a empresarios/as y directivos/as que se enfrentan día a día a la necesidad de incorporar recursos humanos cualificados:
- IDIOMAS, sobre todo inglés. Pero el inglés debería ser una base complementada con el dominio de un tercer idioma. Lejos de ser así, seguimos con el sufrido nivel medio.
- COMPETENCIAS, transversales como capacidad de comunicación e interlocución, visión de negocio, orientación al cliente, iniciativa, cultura empresarial y un amplio etc.
- ESPECIALIZACIÓN, sobre todo en el inicio de la carrera profesional, ser realmente bueno en algo, por encima de los demás. Mayor número de titulados/as en diferentes ramas de la ingeniería y las TIC.
La importancia del inglés
Sobre los idiomas hemos hablado en multitud de ocasiones, en especial sobre el inglés, que, mal que nos pese, sigue siendo el talón de Aquiles de un porcentaje muy importante de universitarios españoles. Y el desarrollo de competencias es una constante y nuestro leitmotiv en la Asociación. Pero de la demanda sin cubrir de especialización técnica y de determinadas carreras por parte de las empresas es un tema a desarrollar.
Escasez de profesionales TIC en Europa
En Europa, desde hace tiempo se viene señalando la escasez de profesionales TIC, cuya demanda actual de puestos sin cubrir asciende a 700.000 vacantes y con expectativas de seguir creciendo en próximos años. No se trata solo de “programadores” sino de profesionales capaces de integrar las nuevas tecnologías en sus procesos de trabajo de manera natural, aprovechando las oportunidades de mejora que estas suponen, no solo perfeccionando procesos sino creando nuevos y potenciando la innovación. Profesionales que no sean meros asimiladores y usuarios de las nuevas tecnologías. Llama la atención que las colas del desempleo crezcan por un lado mientras la demanda sin cubrir de determinadas profesiones crece por otro, sin que los sistemas educativos y de formación sean capaces de llegar a una sincronía que, sin pretender que sea perfecta, sea al menos más ajustada.
Reducir la brecha en el empleo TIC reduce el desempleo
Para las instituciones europeas reducir esta brecha en el empleo TIC es una oportunidad para reducir las altas tasas de desempleo y adelantarse a una situación dramática en la que las empresas europeas vean caer su competitividad frente a competidoras de otras zonas.
Esto no es más que un reflejo de la evolución permanente del mercado laboral asociada al desarrollo constante de la tecnología y la innovación en las empresas, generando un entorno en el que la constante es el cambio y, además, la aceleración de mismo. Frente a este cambio con aceleración, encontramos sistemas educativos y formativos estáticos y poco flexibles, en los que tanto las metodologías de enseñanza/aprendizaje como los contenidos permanecen durante largos periodos de tiempo y en los que las competencias TIC se resumen, para la mayoría de profesionales, en ser usuario competente de Office.
Tampoco es casual que los ingenieros españoles miren hacia Alemania como una de sus primeras opciones a la hora de moverse internacionalmente en pos de mejores oportunidades para desarrollar su carrera. Pues el desarrollo del sector industrial en el país germano es notablemente superior al nuestro, superando el 25% del PIB, y con una creciente demanda no cubierta de determinados perfiles de ingeniería y TIC que oscila entre los 20.000 y 40.000 profesionales al año.
¿Por qué pocos jóvenes eligen las TIC como carrera?
Podemos decir también que, en esta disociación entre mercado laboral y educación, entran factores como la vocación y la orientación vocacional. ¿Por qué, ante una demanda creciente y buenas expectativas profesionales en el sector TIC, un gran número de jóvenes optan por estudios con un futuro profesional comprometido o difícil? La respuesta sencilla es porque prefieren trabajar en aquello que les gusta, aunque les cueste más encontrar un empleo que pasarse una vida desempeñando un trabajo que no les gusta. Pero esta elección vocacional se hace en virtud de estereotipos sobre las diferentes ocupaciones, basados en los modelos al alcance y su grado de ajuste con el auto-concepto de la persona. De esta manera, nos encontramos con las TIC, un área de trabajo relativamente reciente, sobre la que los jóvenes pueden tener acceso a pocos modelos cercanos y reales, estereotipada en el tópico de informático friki que se pasa la vida ante una pantalla de ordenador, programando, pero que nos ha provisto de nuevas formas de hacer las cosas más eficientes y que está cambiando incluso nuestra forma de relacionarnos. Un área a la que se suma un importante sesgo de género, como ocurre con muchas de las especialidades de ingeniería, y sirva como ejemplo que un 75% de los socios de Antiguos Alumnos que han estudiado informática son hombres. Por suerte, esto está cambiando y cada vez se difumina más la consideración de las ingenierías como “carreras de chicos”.
Por otra parte, la dificultad percibida en materias como matemáticas, cálculo, álgebra, y otras típicas de la rama de “ciencias”, de las ingenierías y en especial de la informática, pero dicha dificultad al fin y al cabo puede condicionar la elección de muchos jóvenes para que elijan estudios superiores más “asequibles”, pero con peores opciones en el mercado laboral.
Más énfasis en la formación y capacitación
De esta manera los estudiantes pueden autocensurarse a la hora de elegir determinadas carreras que podrían gustarles/atraerles vocacionalmente debido al alto componente de asignaturas de “números” en las que no se sienten especialmente competentes.
Por otro lado tenemos los sistemas de evaluación y acceso a las diferentes carreras y universidades. Elevar las notas de corte es algo que tradicionalmente da prestigio a la titulación, su profesión o actividades asociadas y a la facultad en la que se estudia. Es una forma de limitar el acceso a determinadas actividades profesionales y mantener el “Status” o el “valor” dentro del mercado laboral. Se pone énfasis en la selección en una especie de “aquí solo entran los mejores”. Pero ¿no debería ponerse el énfasis en la formación? ¿en la capacitación? ¿salen realmente de ahí los mejores? ¿garantizan los mejores resultados académicos el mejor desempeño profesional?
En mi opinión, el “éxito” profesional dista mucho de basarse únicamente en la competencia técnica, sino que tiene en su base múltiples competencias personales y transversales más allá de las meramente técnicas. Las grandes escuelas de negocio, de las que España cuenta con dos entre las 15 mejores del mundo (según Ranking de Financial Times) son evaluadas por el valor que sus antiguos alumnos aportan a las empresas en las que trabajan y su posicionamiento en el mercado laboral, teniéndose en cuenta indicadores como el salario medio que perciben. Se pone el valor en el resultado de su proceso formativo para las empresas y la sociedad, no solo en lo difícil que resulta acceder. Para una universidad o facultad debería ser motivo de orgullo que sus profesionales sean más buscados en el mercado laboral por encima de otras que imparten los mismos estudios porque demuestran una mayor y mejor competencia en su desempeño profesional, no porque simplemente sean escasos.
Las notas de corte “cortan” muchas vocaciones
Encontramos, pues, que mientras el mercado laboral demanda titulados en informática y determinadas carreras técnicas, nos dedicamos a “estrangular” la formación de estos profesionales con notas de corte elevadas cuando el sentido común debería indicarnos lo contrario. Las notas de corte “cortan” muchas vocaciones, pero defendemos que son necesarias para, de alguna manera, ordenar el acceso a la formación universitaria. Puestos a cortar vocaciones, ¿no sería más lógico cortar vocaciones facilitando el acceso a los estudios más demandados en el mercado laboral y limitándolo para aquellas titulaciones menos demandadas? De esta manera si un “aspirante” a estudiar en la universidad pública, quiere estudiar una carrera poco demandada en el mercado, debería tener una nota de corte más alta. Si a esto le sumamos que debe ser el proceso formativo el que debe garantizar la “calidad” de los profesionales que se forman en las universidades, no debería ser un problema para obtener más profesionales y bien formados en aquello que se demanda y es clave para el desarrollo económico futuro del país.
Las competencias TIC pueden abrirnos caminos en el área laboral
No conviene olvidar, por otro lado, que la solución también pasa para reintegrar en la vida activa a los profesionales que la crisis ha dejado en la “cuneta”. La capacidad de aprendizaje del ser humano es constante y a lo largo de toda su vida. Además venimos de un cambio de paradigma, en el que la división de las etapas de formación y desempeño profesional se ha difuminado en pos de una formación continua y continuada a lo largo de toda la vida profesional. Esto nos da la oportunidad de ser flexibles y poder reorientar nuestras carreras a lo largo del tiempo y en diferentes momentos. Supone, por supuesto, un esfuerzo, como cualquier cosa que merece la pena. En esa reorientación de carrera, sumar competencias TIC a nuestra nueva marca “profesional” puede abrirnos el camino a buenas opciones laborales.
A modo de conclusión, para reducir ese GAP, de cara al futuro y, desde mi punto de vista, es fundamental potenciar el estudio de asignaturas de base como matemáticas, para que no se conviertan en el “coco” a evitar por los estudiantes. Asimismo, potenciar el valor de los profesionales de áreas como las TIC y su valor para la sociedad, de manera que la elección vocacional no sea condicionada por estereotipos claramente negativos. Y replantear los sistemas de acceso a la universidad buscando un mejor ajuste con el mercado laboral y sus tendencias futuras.