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Ya dice el refranero español (y es de los refranes más populares) que una imagen vale más que mil palabras.

De hecho, el ser humano se ha comunicado a través de las imágenes desde el principio de los tiempos. Altamira o Lascaux son claros ejemplos de ello.

Sin embargo, posiblemente en el tiempo de las nuevas tecnologías, este refrán esté más vigente que nunca.

Así, el video se está imponiendo sobre todos los demás formatos de información relegando a la lectura en muchos ámbitos (y no sólo en el del marketing). Pero también en otros entornos virtuales donde la palabra parecería ser la protagonista, la imagen se impone con fuerza. Así, los tweets que tienen imágenes reciben muchísimos más re-tweets que aquellos que no las tienen y lo mismo indican algunas investigaciones en cuanto al impacto de la inclusión de una imagen por cada 75-100 palabras en un artículo y su difusión en redes sociales.

Y es que, ya hace unos años, algunos gurús se atrevían a decir que el buscador del futuro no sería el que localice los conceptos con palabras, sino con imágenes. Esto ya está ocurriendo. Un sistema de vigilancia, por ejemplo, puede localizar una cara similar a otra entre muchas otras.

La gente adora las fotografías, las infografías, los videos. Y las cifras, aunque varían día a día, lo demuestran:

  • Más de 95 millones de fotos compartidas diariamente en Instagram
  • Más de 100 millones de horas de videos vistos cada día en Facebook
  • Más de 6 billones de video vistos al año online

Algunos defienden que una imagen, por definición, miente. Defienden que es una representación de la realidad limitada y, en muchas ocasiones manipulada. Sin embargo, otros consideran que las cámaras pueden ver cosas que nuestros ojos no ven.

Si tenemos en cuenta que el cerebro consume una gran parte de nuestra energía y que, por ello, desarrolla todo tipo de “iniciativas” para ser más eficiente, la Ley del Mínimo Esfuerzo se impone:

  • Leer implica más concentración (y, en ocasiones, tiempo) que ver un video o examinar unas fotografías.
  • Aunque la escritura ha servido a la humanidad para mejorar de una forma exponencial a nuestra especie, las imágenes y los sonidos son más fáciles de asimilar para nuestro cerebro. De hecho, procesa las imágenes en sólo 13 milisegundos, es decir 60.000 veces más rápido que el texto.

Pero, además, la comunicación visual:

  • Es más flexible que la verbal, porque puede tener sentido para cualquiera sin importar su cultura, procedencia geográfica, étnica, …
  • Se retiene mucho mejor. Así, cuando escuchamos algún tipo de información, solemos recordar un 10% de esta al cabo de tres días. Pero, si junto a la información vemos una imagen relevante, la mayor parte de nosotros somos capaces de retener hasta el 65% de la información tres días después.
  • Puede emocionar más fácilmente que las palabras y, es bien sabido, que ésta es la clave de la comunicación.
  • Incrementa la credibilidad del mensaje. Por seguir con los refranes, “ver es creer” y las imágenes consiguen incrementar la confianza.
  • Invita al “espectador” a interactuar con el dato. Por eso imágenes como las infografías funcionan excepcionalmente, porque los humanos estamos programados para buscar patrones e interpretar el mundo respecto a ellos. Además, las infografías convierten los datos en imágenes y les dan contexto lo que nos permite encontrar junto a los patrones otras relaciones y patrones adicionales que los enriquecen.

Una imagen puede detonar la imaginación, motivar, engañar, enamorar, … Entonces, ¿por qué dedicamos tanto tiempo a aprender a comunicarnos con palabras y no con imágenes? David Hooker nos plantea algunas cuestiones que podrás ver a través de este enlace.

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