En el último encuentro de Innova&acción tuvimos el placer de contar con James Woudhuysen, orador futurista y profesional del más alto calibre. Además es, entre otras cosas, físico, radiodifusor, profesor visitante en London South Bank University y un gran conocedor de la ciencia, el comercio electrónico, los medios sociales y la tecnología, así como de diferentes industrias y economías.
Según Woudhuysen, lo más importante a la hora de hacer predicciones de futuro, si queremos utilizarlas en la toma de decisiones de la organización, es contar no sólo con la información disponible sino cuestionarte si es correcta y si es la adecuada. Por ello, primero hay que recoger información, después ponerla en duda, y finalmente desarrollar nuestra propia opinión.
De hecho, el análisis del mercado es importante pero no tiene por qué ser la única herramienta que nos ayude a trabajar en previsiones de futuro. Google, Apple o Sony, cuando creó el Walkman, no hicieron estudios de mercado para lanzar productos punteros. Decidieron lo que iban a hacer y crearon su propio camino. Es clave hacer ciertos estudios de mercado, cualitativos, cuantitativos, de grupos de interés, etc.
Observar los resultados, tomar lo que los datos nos digan, pero a veces también es interesante ignorar lo que nos ofrecen y hacer nuestro trabajo tal y como hemos pensado.
Además, “debemos confiar en nuestro juicio para poder distinguir entre toda la información que recojamos sobre previsiones de futuro, no sólo cuáles son aquellas que nos encajan, sino que además debemos ser cautos y algo escépticos a la hora de creer al 100% lo que dicen estas previsiones“, apunta Woudhuysen.
En ocasiones, debemos cuestionarnos incluso los conceptos que manejamos a la hora de hablar de futuro y no dejarnos llevar por modas y modismos que, por distintos motivos, se introducen en las empresas. En ese sentido, James cuestionó expresiones que utilizamos de forma natural en muchas empresas (stakeholders, experiencia de cliente, necesidades del mercado, …) mostrándonos las limitaciones y condicionantes que generan a la hora de plantearnos el futuro.
Así, por ejemplo, planteamientos reduccionistas como los de la Pirámide de Maslow, tan de moda en la actualidad, no pueden llevarnos a determinar lo que puede ser interesante lanzar al mercado. Algunas herramientas, como esta, están basadas en planteamientos que responden a un momento y entorno tan concreto como el que había al aludir a las necesidades (comer, dormir, relacionarnos, …) por parte de su autor. Pero las personas hemos evolucionado, el entorno ha cambiado, tenemos talento y habilidades que generan objetivos diferentes (no necesidades) que están en constante evolución y, en ocasiones de forma completamente inesperada. De hecho, si analizamos algunos productos y servicios es posible que nos demos cuenta de que las personas les han dado usos distintos a los contemplados por las propias empresas.
Por lo tanto, a la hora de predecir el futuro es esencial tener una visión eminentemente humana siempre en mente, pensando que las personas transforman las cosas a su manera, no a la que las empresas creen y esto nos ayudará a avanzar realmente hacia la innovación.
Así, cuando nos planteamos qué tipo de equipo necesitamos para poder predecir el futuro, debemos responder que el mismo que necesita cualquier negocio (o la propia vida).
Si eres científico, incorporar una parte muy humanista a tus razonamientos. Si eres humanista, no puedes prescindir de la ciencia. Si te consideras una persona de números, debes trabajar en la sociología de tu pensamiento. Por su parte, los sociólogos y los investigadores de mercado tendrán que poner un esfuerzo en la tecnología.
“Todos tenemos que hacer un esfuerzo por ampliar nuestra visión, porque cuando intentas hacer previsiones de futuro tienes que generar un contexto muy amplio y estar seguro de que se tienen múltiples elementos en cuenta a la hora de tomar una decisión”, considera Woudhuysen.
De hecho, uno de los riesgos de trabajar en previsiones de futuro es el del pensamiento de grupo, por el que un grupo de trabajo piensa lo mismo sobre un tema y no se cuestionan a sí mismos ni se critican.
Debemos recordar siempre que es clave cuestionarnos a nosotros mismos, dar un paso atrás y no tener en cuenta ni nuestra experiencia ni nuestras vivencias para tomar decisiones, consultar a expertos para cotejar opiniones y estudios que no coincidan con sus opiniones, dedicar mucho tiempo a leer, a recoger información y a simplificarla para poder hacer las cosas bien.
Y esa fue una segunda clave de la presentación de James: simplificar la información. Y más en una época como la actual, la del big data, en la que disponemos de demasiada información a nuestro alcance y a veces es complicado discernir qué es relevante y qué no. Para el orador, “hay que tener en cuenta las circunstancias de nuestro mercado y de nuestro público, crear nuestra propia analítica, recabar los datos que para nosotros serán interesantes y formar nuestra propia información, más allá de las tendencias generales que dicta el mercado”.
Por ejemplo, las compañías que quieren competir con Amazon necesitan más datos que el número de clientes que entran en sus tiendas o cuántas compras tienen por día. Necesitan medir y cuantificar las experiencias que sus clientes tienen y potenciar las que pueden influir para inclinar la balanza a su favor y en contra de Amazon.
Eso provocará que tengan su propia manera de generar previsiones de futuro, aquellas que realmente les interesen, y no todo aquello que puede aportarles o no el big data.
Además, nunca debemos olvidar de que estamos haciendo previsiones sobre personas, al fin y al cabo. Aunque trabajemos con algoritmos y nos parezca que los números nos van a dar toda la información que necesitamos para tomar decisiones, no es cierto. No podemos dejar que los algoritmos nos den toda la información sobre los individuos.
Somos nosotros lo que tenemos la capacidad de juzgar, diferenciar, discernir y opinar sobre el futuro, los datos son solo una parte a tener en cuenta. Debemos escuchar también las tendencias en política, en filosofía, en sociología… Eso es lo que somos las personas, más allá de datos.
Pero incluso sobre los datos numéricos debemos ser escépticos y realizar nuestro propio análisis. En ese sentido, a través de unas sencillas búsquedas y un par de razonamientos sencillos, se puso de manifiesto que, incluso las cifras que encontramos en artículos y reportajes sobre lo que los expertos (algunos muy reputados) piensan que ocurrirá en 2020, 2025 o 2030 son bastante erróneas y hasta imposibles.
Si seguís este enlace podréis encontrar en Atacama la presentación de James Woudhuysen.