En Blue red nos hemos propuesto combatir el estrés y mejorar la capacidad de concentración y el bienestar de nuestros miembros. Para lograr nuestro objetivo nos hemos decantado por el mindfulness pero, hoy en día, son muchas las alternativas y técnicas naturales que pueden ayudarnos a reducir nuestros niveles de estrés.
De este modo, hemos realizado sendos talleres de mindfulness en nuestros nodos de Madrid y de Múnich. Y, además el próximo 11 de abril iniciamos en la sede de Valencia la 4ª edición del Taller de Iniciación al Mindfulness de la mano de Manuel Camino.
Definiendo el estrés
La palabra estrés deriva del participio latino strictus del verbo strigere que significa “provocar tensión”. Originariamente se utilizó en física para determinar los cambios que sufrían los materiales cuando eran sometidos a fuerzas externas.
No es hasta el S.XIX cuando comienza a utilizarse este término en el campo de la medicina con un significado muy similar. El estrés no es otra cosa que los cambios que se producen en el organismo humano como consecuencia de situaciones, imprevistos o estímulos que se dan en el entorno y que sentimos que nos sobrepasan. Al contrario de lo que podría pensarse, no todos los estresores (detonantes del estrés) son negativos. Frente a cambios, a priori positivos y deseados, como pueden ser un nuevo trabajo, una mudanza o la llegada de un hijo, podemos sufrir de estrés.
Pero el estrés, en sí mismo, no es malo. En cierta manera si hemos evolucionado y crecido como especie es gracias al estrés. Los cambios que genera el estrés en nuestro cuerpo nos hacen estar alerta y pueden mejorar nuestras capacidades físicas (originalmente para huir o luchar) y mentales (capacidad de concentración, agudeza de los sentidos, agilidad en la toma de decisiones, etc.). Podríamos decir que el estrés, bien gestionado, nos permite adaptarnos mejor a los cambios, superar obstáculos y mejorar nuestro rendimiento. Es lo que los expertos llaman eustrés, o estrés positivo.
Los cambios que genera el estrés en nuestro cuerpo nos hacen estar alerta y pueden mejorar nuestras capacidades físicas (originalmente para huir o luchar) y mentales (capacidad de concentración, agudeza de los sentidos, agilidad en la toma de decisiones, etc.).
Sin embargo son muchos los problemas físicos y mentales asociados al estrés (fatiga, insomnio, dolor de cabeza, palpitaciones, dificultad para respirar, ansiedad, angustia, irritabilidad, depresión, bloqueo…) y estos llegan cuando la situación causante del estrés perdura en el tiempo y estos cambios físicos se convierten en el estado natural de nuestro cuerpo. No podemos estar continuamente en alerta, con nuestros cinco sentidos activados al máximo. Entraríamos entonces en una situación de distrés, o estrés negativo.
Por tanto, lo ideal sería que nos “estresáramos” solo cuando necesitáramos ese plus bien para superar una situación difícil, para afrontar un cambio o situación de peligro.
¿Cómo puede el mindfulness ayudarnos a combatir el estrés?
Si analizamos cuáles son los principales estresores (problemas conyugales o familiares, enfermedades, la pérdida de un ser querido, cambios importantes – de trabajo, hijos, de residencia o país…-, dificultades económicas, conflictos con compañeros de trabajo o jefes, exceso de trabajo, incertidumbre profesional, desempleo…) nos damos cuenta que, muchos de ellos, son inevitables y frecuentes.
Por tanto, es fundamental saber lidiar con ellos para poder beneficiarnos del eustrés sin caer en el distrés. Y para ello el mindfulness puede resultarnos de gran ayuda.
Muchas veces en nuestra vida diaria tendemos a poner el piloto automático, sobre todo cuando realizamos tareas rutinarias como conducir o darnos una ducha. Es sobre todo en estos momentos, aunque no solo en ellos, cuando nuestra mente va dando saltos a nuestro pasado y a nuestro futuro generalmente hacia preocupaciones, deseos futuros, añoranzas o recuerdos dolorosos.
La ausencia de control sobre nuestros propios pensamientos y la incapacidad para “apagar” nuestra mente (cuantas veces estamos tratando de conciliar el sueño y nuestra cabeza sigue a funcionando a mil por hora) generan sentimientos de sufrimiento e insatisfacción.
Además el hacer cosas estando absortos en nuestros pensamientos tiene otras consecuencias como que no hagamos bien la tarea que estamos realizando (lo que puede llegar a ser peligroso si estamos conduciendo por ejemplo) y que no encontremos satisfacción en hacerla. Es así como nuestro trabajo (si normalmente nos satisfacía), una cena con amigos o con nuestra pareja, ver una película o jugar con nuestros hijos dejan de proporcionarnos esos momentos de paz y desconexión que todos necesitamos. O de realización profesional en el caso de nuestro trabajo.
Teniendo en cuenta todo lo expuesto anteriormente en este artículo, podemos deducir que gran parte de nuestro estrés (o distrés concretamente) es consecuencia de nuestra mente, que continuamente se distrae viajando a pasado y futuro sin prestar atención al presente.
Precisamente el mindfulness lo que predica es la atención plena y consciente al momento presente. Por medio de distintas técnicas, entre las que encontramos por ejemplo la de tomar conciencia de nuestra respiración y nuestro propio movimiento corporal, el mindfulness nos ayuda a anclarnos al momento presente, a identificar los pensamientos nos causan tensión y malestar y a dejarlos ir sin luchar contra ellos ni concederles importancia.
De esta forma, el mindfulness nos ayuda también a conocernos mejor, a darnos cuenta como los pensamientos y las emociones nos condicionan y cómo si aprendemos a canalizarlos podremos disfrutar de una vida mucho más plena y consciente.
Pero no solo el mindfulness puede ayudarnos a reducir el estrés y a vivir el presente de forma más consciente. Practicar yoga, la meditación, la actividad física, escuchar música, pintar… son actividades que pueden ayudarnos en esta ardua y necesaria tarea.