En un mundo como el actual en el que la tecnología se multiplica de forma exponencial, los profesionales no solo van a necesitar adquirir los conocimientos propios de su área de especialización, sino que también van a necesitar una serie de habilidades que les permitan “entenderse” con las máquinas, trabajar con ellas y sacarles el máximo rendimiento.
A lo largo de los años, gracias a las llamadas tecnologías intelectuales (aquellas que amplifican las capacidades humanas), la tecnología ha sido nuestra aliada para resolver los retos que se nos planteaban profesionalmente. Pero ahora, más que una aliada, debemos considerar la tecnología como una “compañera” de trabajo más. La inteligencia artificial es el futuro y debemos aprender a relacionarnos con ella y a integrarla en nuestro día a día. Una magnífica forma de hacerlo es haciéndonos fuertes en aquellas habilidades que difícilmente una máquina va a poder cubrir para complementarlas. Y, por otro lado, deberemos esforzarnos en comprender su lógica, sus posibilidades, para poder configurarlas e integrarlas en nuestros equipos y ayudarles a que alcancen su máximo potencial.
Esta nueva simbiosis con la tecnología no debería resultarnos del todo extraña. Al fin y al cabo, las máquinas, su lógica, las reglas por las que se rigen, sus algoritmos… son creación humana. Y al parecer hombres y máquinas no “pensamos” de forma tan distinta.
O al menos eso es lo que cree una parte de la psicología llamada computacionalismo y que está en el origen del desarrollo de la inteligencia artificial.
El computacionalismo o teoría de la mente computacional establece un paralelismo entre la forma que tiene de procesar la información el cerebro humano y la forma en la que lo hace un ordenador. El computacionalismo sostiene que la arquitectura interna del cerebro es casi idéntica a la de un procesador y la equipara la mente humana con un sistema de tratamiento de información comparando el pensamiento con el cálculo, o más precisamente, con la aplicación de un determinado sistema de reglas.
Habilidades que nos serán útiles en la era de las máquinas
Parece obvio que robótica, el machine learning, la inteligencia artificial o el big data, entre otras tecnologías, van a dominar el futuro más próximo. Y vamos a tener que lidiar con ello.
En este contexto, son muchas las voces que creen que nos enfrentaremos a una destrucción de empleo sin precedentes debido a la automatización. Pero lo cierto es, que al menos de momento, la tecnología está generando muchos más puestos de empleo de los que está destruyendo. Por ejemplo, en Reino Unido, se calcula que entre 2001 y 2015 se perdieron unos 800.000 puestos de trabajo debido a la robotización pero se han creado 3.5 millones de nuevos puestos de trabajo relacionados con la tecnología y la digitalización.
Lo que sí que es cierto es que las habilidades de las competencias para ocupar estos nuevos puestos de trabajo difieren mucho de las que tienen los profesionales que han sido sustituidos por los robots, y no solo a nivel de titulación sino más bien de soft skills. En este artículo ya os hablábamos de cómo los perfiles más demandados van a ser los perfiles híbridos, es decir aquellos que conjuguen los conocimientos técnicos con las habilidades más “humanas”.
A continuación vamos a tratar de sintetizar cuáles van a ser estas habilidades “humanas” que van a resultar claves para mejorar la empleabilidad de los perfiles técnicos convirtiéndolos en los deseados perfiles híbridos de los que os hablábamos el otro día.
Y son estas:
- Definición y resolución de problemas y de conflictos complejos. En un entorno cada vez más complejo y convulso, cada vez es más importante la capacidad para anticiparse a los conflictos. Se necesitan profesionales resolutivos y proactivos.
- Creatividad. Capacidad de innovación y de pensar “fuera de la caja”.
- Habilidades cognitivas como el pensamiento crítico o el pensamiento sistémico.
- Inteligencia social y habilidades sociales. La escucha activa, la atención al cliente, las habilidades comunicativas, de negociación y de persuasión. La inteligencia social permite desarrollar la capacidad de liderazgo e influencia y la empatía, lo que favorecerá el trabajo en equipo.
- Inteligencia emocional y gestión de las emociones. Vivimos en un mundo de incertidumbre y la hiperconectividad. Esto puede provocar emociones negativas como el estrés, la ansiedad o el miedo al cambio. Saber manejar estas emociones será clave para los profesionales del S.XXI.
- La capacidad de aprendizaje a lo largo de la vida. Lo rápido que se suceden las cosas, la velocidad de vértigo de la tecnología, etc. nos va a obligar a estar continuamente reciclándonos a lo largo de nuestra carrera profesional. Tener curiosidad y motivación por aprender serán cualidades cada vez más demandadas.
- La capacidad para enseñar a otros. Transmitir nuestros conocimientos a colaboradores y compañeros (como mentores o líderes), a otras empresas (como consultores) o a nuestros alumnos (como profesores) requiere de habilidades tales como el saber motivar, transmitir, ponerse en el lugar del otro…
- Productividad, foco y capacidad de concentración. Actualmente la sobreexposición de estímulos a la que estamos sometidos es constante. Este hecho, junto con la llegada de nuevas herramientas, tendencias, tecnologías, etc. puede llegar a saturarnos. Saber mantener el foco y la concentración es clave en esta nueva era.